EL RETO MIGRATORIO
Hoy, mientras elegimos presidente y asambleístas, hay
que tener presente que cientos de miles de compatriotas han abandonado el país.
No lo hacen por aventura, sino porque Ecuador dejó de ofrecerles una vida
normal. La inseguridad ciudadana y la falta de empleo impulsan esta migración,
y las autoridades electas deben abordar este asunto estructural con urgencia.
Nos ofendemos cuando vemos a nuestros compatriotas
deportados desde otros países, pero es importante entender que la migración
masiva es un síntoma de desigualdad y desesperanza; una manifestación de que el
Estado ha incumplido su función de generar estabilidad y oportunidades para sus
ciudadanos, creando conflictividad social.
En el 2024, Ecuador recibió 6.000 millones de dólares
en remesas, superando los 4.800 millones de organismos multilaterales y los
1.900 millones de ingresos petroleros netos.
La inversión extranjera directa apenas llegó a 250 millones de dólares acumulados
al tercer trimestre, es decir, 0.3% del PIB, mientras que Colombia alcanza el
4% y Chile el 6.5%, lo que refleja la falta de atractivo del país para los negocios. En definitiva, una deficiente libreta de
calificaciones sustentada en remesas de los migrantes.
Una causa clave es la rigidez del mercado laboral.
Políticos aferrados a ideologías obsoletas bloquean la modernización de la
contratación, impidiendo que jóvenes y mayores de 50 años accedan a trabajos
formales. Paradójicamente, muchos migrantes terminan laborando por horas en el
extranjero mientras aquí se rechazan reformas que generarían empleo de calidad.
Estamos en un punto de quiebre. Los nuevos servidores
públicos no pueden experimentar con falsas promesas cuando decrecimos
económicamente el 2024. Se requieren acciones concretas para generar empleo,
atraer inversión y garantizar seguridad. Hay que construir un entorno favorable
para los negocios. Solo así detendremos la fuga de talentos que hemos sido
incapaces de retener.
Ojalá que quienes resulten electos hoy comprendan que
el desarrollo depende de aplicar fórmulas probadas en países exitosos, en lugar
de insistir en modelos fracasados, porque Ecuador no puede seguir improvisando.
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