ECONOMÍA DOMÉSTICA
La economía familiar y la del sector público guardan similitudes sorprendentes que pueden ofrecer un panorama claro sobre la situación financiera del país. Ambas economías se enfrentan a la necesidad de maximizar ingresos y minimizar gastos, bajo el principio de que la sostenibilidad a largo plazo es un objetivo primordial.
En una casa, la gestión del dinero implica buscar la
mayor cantidad de ingresos posibles, ya sea a través de salarios, negocios o
inversiones. Por otro lado, minimizar los gastos es igual de crucial.
Dependiendo de préstamos para cubrir gastos cotidianos sin una estrategia clara
para aumentar los ingresos es una receta para el desastre. En la economía
familiar, es insostenible destinarse a pagar el mínimo de la tarjeta de crédito
mientras la deuda continúa creciendo sin control.
De manera similar, el sector público no puede
sostenerse en préstamos para financiar gastos corrientes sin que estos se
traduzcan en beneficios tangibles para los ciudadanos. Con una deuda pública
que ha alcanzado el 70% del PIB en Ecuador, esta situación se vuelve
insostenible. Esa deuda no es solo un número; es una carga que recae sobre los
contribuyentes. Cada impuesto que se recauda se traduce en menor liquidez para
la población, restringiendo su capacidad para financiar inversiones
productivas.
La solución a este dilema radica en establecer
políticas tributarias y económicas coherentes a largo plazo. Estas políticas
deben trascender los ciclos políticos, brindando certidumbre tanto a padres de
familia como a empresarios e inversionistas. Un país que cambia continuamente
las reglas del juego en función de promesas electorales condena su economía al
estancamiento, porque si existe incertidumbre, ¿quién se atreverá a gastar o
invertir?
El Estado, por su parte, debe implementar un riguroso
control de sus gastos y gestión, reconociendo que, aunque cuenta con más
recursos que nunca, la eficiencia en su uso es fundamental. Al igual que en un
hogar, donde cada centavo debe ser utilizado con sabiduría para el bienestar a
largo plazo, el sector público debe encontrar un equilibrio entre ingresos y
gastos que beneficie a todos.
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