PENSÉMOSLO BIEN

La función judicial tiene que actuar para sancionar cualquier acto de corrupción con imparcialidad e independencia.  Por eso es un poder del Estado. Su inoperancia o lentitud no implica que permitamos que los golpistas interrumpan el orden democrático que es importante para la vida nacional.  Estas personas obran por intereses personales o lo que es peor, representan los de la delincuencia organizada.  

Recuerdo cuando tumbaron al expresidente Lucio Gutiérrez bajo la consigna “que se vayan todos”.  Lema ingenuo.  Como si posteriormente vinieran seres impolutos a ocupar los espacios de poder que los manifestantes destituyeron después de haberlos elegidos en las urnas.  De hecho, no llegaron.  Hay que conocer la historia. 

El presidente Lasso tiene, como todos, defectos y ha cometido errores, pero luchó para ser elegido presidente democráticamente con la intención de servir.  Veo difícil que esté involucrado.  Será la justicia quien deberá resolver, porque las opciones políticas que provienen de la Asamblea Nacional están centradas en cómo eliminar a Lasso para alcanzar el poder.  No les interesa la prosperidad de los ecuatorianos, sino la personal, incluyendo a ciertos medios de comunicación que presentan desde el inicio de su investigación un organigrama en el que no han probado que el presidente Lasso esté implicado en actos delictivos.  La intención es confundir, no conocer la verdad a través del periodismo riguroso.  Asesinar la reputación para que los que pagan la “investigación” puedan asumir el poder.

Si triunfan, una vez más enviaremos al mundo un mensaje de inestabilidad, que complicará el comercio, la atracción de inversiones, hacer préstamos internacionales y emitir deuda pública.  En general, afectará el empleo, la seguridad, salud y por ende la mejora de la calidad de vida.  Analicemos si destituir al presidente por apreciaciones subjetivas es lo mejor para la mayoría o solamente para unos sabidos en un momento en el que la economía ecuatoriana tiene proyección de crecimiento.  El Gobierno, a su vez, debe comunicar liderazgo con una agenda precisa y gestión con sentido de urgencia.

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