CULTURA DEL DESORDEN
La protesta es un derecho constitucional y está claro que la mayoría de la población estuvo de acuerdo con ella como consecuencia de la falta de medicinas en las redes públicas, el incremento de los impuestos y los precios de ciertos productos. Hasta allí el reclamo de junio fue válido, pero cuando algunos manifestantes usaron la fuerza, se convirtieron en delincuentes que vulneraron los derechos de los que estábamos alrededor.
La
meta de la CONAIE, el brazo armado de Pachakutik, jamás fue dialogar sobre sus
peticiones. Su objetivo era derrocar al
Gobierno. Lo que ocurrió fue que el
intento de golpe duró más de lo planificado y causó el rechazo por la violencia
generada y la obstrucción del ejercicio de los derechos como el del trabajo o a
la libre circulación ciudadana, mientras ocasionaban desabastecimiento como
táctica de guerra.
Lo
interesante es que UNES y Pachakutik son fuerzas políticas con un importante
número de asambleístas, que, trabajando un poquito, podrían haber solucionado democráticamente
algunos de los pedidos de la CONAIE; lo cual ratifica la rebelión como fin
primordial de la protesta o su negligencia como legisladores. Incluso quisieron
destituir al presidente de la República por una crisis creada por ellos. Quedó claro que ciertos integrantes de todos
los poderes del Estado participan de la cultura del desorden para acomodarse
con el ganador de la partida, en un juego que posterga la prosperidad.
Y así
estamos. Mientras transcurre el plazo de
noventa días que los secuestradores le han dado al Estado de derecho para
cumplir sus demandas. En un país en el
que los pájaros les disparan a las escopetas y en el que las organizaciones internacionales
de derechos humanos, usurpadas por la izquierda, jamás respaldarán a las
fuerzas del orden.
Este
no es el momento de separarnos, sino de encontrar denominadores comunes. Es el momento para que el Gobierno salga a
hacer territorio para escuchar directamente al ciudadano común, evitando la distorsión
por intereses personales de pocos. Un
acercamiento sin que la CONAIE y la FENOCIN sean las intermediarias de la
comunicación.
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