INVERSIÓN EXTRANJERA

El gobierno se ufana declarando que ha llegado inversión extranjera al Ecuador, porque hasta el momento había sido esquiva.  Nadie quiere invertir en un país que arenga contra los empresarios, aunque desde diciembre, los empresarios ya no somos malos.  A partir de que entró en vigencia la Resolución 116 del COMEX, somos los llamados a construir fábricas para exportar de todo.  Sin  importar nada.  Ni siquiera insumos, materias primas ni bienes de capital.  Todo lo construiremos aquí.

Lo irónico es que el empresariado no está contento como cabría esperar.  No existen incentivos ni exenciones gubernamentales para el establecimiento de nuevas industrias o la reinversión en las existentes.  Nadie conoce si en dos años se podrá importar todo lo que las subpartidas y reglamentos técnicos restringen en la actualidad.  Imposible calcular el tiempo de amortización de la maquinaria que alguien podría pensar en comprar.  Ese es el resultado de cambiar constantemente las reglas del juego.  Nadie confía en un gobierno así.

Por eso es que a pesar del porcentaje de Impuesto a la Salida de Divisas que se pudiera establecer, los capitales seguirán fugando hacia países estables.  El dinero no tiene bandera.  Se asienta en los destinos que lo tratan bien.  Huye de los lugares donde lo maltratan; porque le gusta crecer y multiplicarse.  No lo contrario.  La reciente inversión extranjera de la que el gobierno se vanagloria es en industrias ya existentes; que fueron compradas por empresas extranjeras.  No ha venido a construir nuevas plantas para producir productos diferentes, sino a mejorar las ya establecidas. La industria nacional está harta de lidiar con los funcionarios y la legislación del Ministerio de Salud, de Relaciones Laborales, el IESS, las Superintendencias, Bomberos y Municipios.  Las compañías ahora tienen que gastar sus recursos en contratar empleados y abogados que batallen contra la maraña de papeles que las instituciones del gobierno central y los descentralizados exigen para operar.  Sin contar con el pago de multas o sanciones desproporcionadas.  Solamente para poder continuar negocios honestos cuya única y exclusiva misión debería ser vender para que todos podamos crecer. 

El gobierno habla de exportar de todo, cuando deberíamos especializarnos en lo que hemos demostrado ser buenos.  Ha destruido sistemáticamente la posibilidad de venderles nuestros productos tradicionales a los países que eran socios del país desde hace mucho tiempo atrás.  Nos ha obligado a competir desde cero, para que intentemos abrir nuevos mercados donde ya estaban países que exportan productos especializados y apoyados por sus gobiernos.  Es peligroso administrar desde un escritorio.  Pero peor es hacerlo sin experiencia práctica.  Lo inteligente hubiera sido fomentar nuestro crecimiento en los mercados que ya habíamos conquistado y apoyar la apertura de los nuevos que pudiéramos atacar; pero el odio a lo tradicional enceguece a los revolucionarios, que hoy son los nuevos pelucones, gracias a los recursos de un Estado que mueve la economía con los impuestos que pagamos los particulares.  Porque así funciona el socialismo: con el dinero de los otros.  Hasta extinguir la riqueza.  Por lo pronto, en Guayaquil ya han comenzado los despidos en las empresas, que actualmente solamente anhelan sobrevivir.  Nos costará años reparar las consecuencias de las medidas adoptadas dogmáticamente.  Quito es la nueva capital económica del Ecuador.

Comentarios

  1. Con todo respeto, pero como empresario y como ecuatoriano, discrepo de su análisis.
    El hecho de la compra de industria existente por capital foraneo ya es un inicio. Por otro lado, mi empresa viene 3 años proponiendo al sector privado iniciar negocios en nuevos mercados, pero los empresarios no arriesgan, son cómodos y facilistas.
    Lo invito a conocer nuestras propuestas en nuestro site www.strategonegocios.com
    Grato,
    Francisco Parise

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