PUERTA DE EMBARQUE A LA INSTITUCIONALIDAD
El hijo de un amigo comentaba que: “Uno siente que ha regresado a Ecuador no al aterrizar, sino al llegar a la puerta de embarque del avión en el extranjero”. Esta observación, esconde una crítica a nuestra cultura. ¿Por qué, al cruzar esa línea imaginaria, parece que olvidamos las reglas que disciplinadamente seguíamos en el extranjero?
En los países desarrollados, la mayoría de los
ecuatorianos respetamos las normativas porque sabemos que las instituciones
están diseñadas para hacer cumplir las leyes mediante mecanismos coercitivos
efectivos. Este contraste se vuelve frustrante al retornar a nuestra realidad,
donde resulta incómodo que pocos cumplan, mientras los demás parecen burlarse
de las limitaciones institucionales que nos afectan.
Esa imagen se repite en todos los aspectos de nuestra
vida cotidiana: desde la infracción de normas de tránsito hasta los impuestos,
pasando por la política. La justicia y el poder del Estado son ineficaces, lo
cual socava la confianza en las instituciones y mina el progreso. Un policía en
Dinamarca no solo hace cumplir la ley; su presencia garantiza que se respeten
las normas, porque existen consecuencias.
Una democracia es efectiva cuando se respeta el marco
institucional. Sin contrapesos dentro de las instituciones y poderes del
Estado, el sistema se vuelve vulnerable ante el abuso. Ecuador, carece de la
imparcialidad necesaria para que sus instituciones funcionen adecuadamente. Requerimos
que quienes dirijan estas entidades actúen sin importar quién esté en el poder
temporalmente, con políticas a largo plazo.
Los recientes escándalos han evidenciado la fragilidad
de nuestros cinco poderes del Estado.
Las instituciones públicas no garantizan ni la protección de derechos ni
el cumplimiento de obligaciones. Sin estado de derecho, la situación se
complica. Tal vez, la reflexión del hijo de mi amigo sobre la puerta de
embarque nos brinda la oportunidad de fortalecer nuestra institucionalidad comenzando
por exigir un mejor comportamiento en la actuación de nuestros líderes, porque
las personas imitamos a quien nos lidera.
Para bien o para mal.
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