ECUADOR: DE INFIERNO A PARAÍSO FISCAL
Según la página web del SRI “los paraísos fiscales se utilizan para ocultar a los dueños reales de los activos y beneficiarios finales de los ingresos, facilitando la simulación de operaciones y el engaño con tarifas impositivas muy bajas o nulas, logrando de manera artificiosa bajar las bases imponibles, atentando contra los sistemas tributarios por lo que, en consecuencia, implican pérdidas para las arcas fiscales y debilitan las finanzas públicas. Esto, a su vez, se traduce en menos recursos disponibles para la inversión del Estado, en servicios públicos de calidad tales como educación, salud, sanidad, justicia, seguridad, entre otros”.
Ese
análisis tiene carga ideológica socialista.
Los refugios fiscales (traducción más certera de tax haven) son
territorios que aplican un régimen tributario favorable a personas no
residentes que se domicilien allí y secreto bancario. Partiendo desde esa premisa, hay que aclarar
que cualquier persona es libre de invertir en el lugar del planeta que le
parezca conveniente, si es que sus recursos tienen origen lícito y pagaron
impuestos. Es más, mucha de la inversión
que llega a los países, proviene de paraísos fiscales.
¿Por
qué existen los paraísos fiscales? Porque
los capitales huyen de los infiernos fiscales con elevada presión tributaria, en
los que no existe seguridad jurídica y en especial, poder judicial
independiente. En los infiernos fiscales
cualquier persona pueda ser perseguida infringiendo sus derechos humanos o el
derecho a la propiedad de las empresas.
La
existencia de patrimonios en paraísos fiscales no solucionará la ineficacia de
los Gobiernos en ejecutar inversión social, por lo que deberíamos cuestionarnos
cómo hacemos para que Ecuador facilite el entorno de negocios y sea destino de
inversión directa extranjera, como lo hace Irlanda, Estados Unidos, Países
Bajos, Singapur, Reino Unidos, etcétera.
Tenemos los puertos, los aeropuertos, el dólar, la ubicación geográfica,
los talentos y los recursos naturales.
Todo para convertirnos en potencia mundial, pero seguimos enmarañados en
batallas políticas que no mejoran la calidad de vida de la ciudadanía.
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