DOS VISIONES
En mayo del 2020 Sebastián Piñera realizó anticipos de pagos a las farmacéuticas por compras de vacunas contra el COVID que aún no habían sido inventadas. Resultado: Chile ostenta el primer lugar del ranking mundial de dosis administrada por cada 100 habitantes. Un ejemplo de gestión y capacidad de reacción.
Esa eficacia es posible porque Chile había invertido
en centros de salud de atención primaria que podían diagnosticar y atender a
pacientes con síntomas de menor gravedad y referir a los enfermos graves a los
hospitales públicos. También porque
mantiene excelentes relaciones internacionales.
En esa misma fecha, Ecuador luchaba por importar
respiradores, insumos médicos y equipos de protección para el personal de
primera línea. La pandemia puso al
descubierto problemas estructurales, que van desde la falta de equipamiento
básico hasta la corrupción que campea en las compras públicas de la red de
salud pública y la seguridad social.
Para solucionar estos defectos, el sector privado tuvo que intervenir,
mientras el Gobierno se dedicaba a encontrar mil y una formas de promulgar
nuevos impuestos para gravar más a contribuyentes que no podíamos trabajar y
todavía no nos reactivamos por completo por la falta de vacunación.
Lo interesante del caso chileno es que no veo a los
manifestantes de octubre del 2019 y marzo del 2020 agradeciendo el éxito de su
Gobierno en la vacunación y con eso, lograr la salud de su población. Tal vez no
lo han notado. Mientras tanto, los países del ALBA (Alianza Bolivariana para
los Pueblos de Nuestra América) continuamos sin vacunar a la mayoría de nuestra
población y en la poca distribución ejecutada se nota que no existe un programa
de vacunación pública organizado. Esas
son las diferencias entre los modelos que ofrece la región. Quienes administran un Gobierno deben tener
visión clara. Analizar el presente para
anticiparse al futuro. Hablar menos y
hacer más.
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