EDUCACIÓN SOCIALISTA
Es importante que se permita
ejercer el derecho a la libertad individual para decidir cómo queremos vivir
nuestras vidas sin afectar los derechos de los demás. En esa visión, el Estado es pequeño, con
escasos controles sobre la vida del ciudadano que quiere ejecutar cualquier
acción legítima. Con autoridades que deben comunicarnos la evolución de los
índices de contagio de COVID-19 y las medidas de prevención y bioseguridad
adecuadas, pero que cada uno sea responsable en manejar esa información. Nadie quiere contagiarse a sí mismo, a su
familia o al prójimo.
El socialista, en cambio, cree
que debemos hacer lo que el líder supremo dictamina. Sus ideas y predilecciones
priman sobre las de los demás. Un ser superior, un redentor, que además tiene
la sabiduría para distribuir la riqueza de quienes la producen, para mantener a
los improductivos, que generalmente son socialistas o viven de la política sin
afán de servicio, sino como un oficio que mejore su propia situación económica.
La pandemia ha revelado las
consecuencias de la educación socialista impartida en el Ecuador durante
décadas. Un modelo que complica la
productividad y la libertad del individuo.
Es hora de transformar el sistema educativo y su contenido. De fomentar el reconocimiento de la responsabilidad personal para mejorar.
El COVID-19 mostró, una vez
más en Guayaquil, que no podemos depender de los gobiernos, sino de la
iniciativa privada para salir adelante.
Mientras tanto, ciertas esferas del Estado continúan embarradas en el
lodazal de su corrupción, mientras otras, se esfuerzan en cobrarnos más
impuestos que desmejoran la calidad de nuestras vidas para mantener un modelo
insostenible que perjudica el legado de la presidencia.
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